¿Tiene la seguridad un precio?
Vivimos en un mundo extremadamente competitivo. En el mundo empresarial todo se mide en términos de rentabilidad, cuotas de mercado y eficiencia. En nuestra realidad no tiene cabida una empresa que no sea competitiva y se pueda sostener de manera autónoma, y es evidente que la falta de competitividad tiene indudables consecuencias a todos los niveles, tanto en el ámbito económico como en el social.
Francesco Padovano – Instructor de vuelo SENASA
Personalmente, estoy convencido de que una actividad empresarial con dificultades incrementará sus fallas de seguridad en aras de la necesaria búsqueda de rentabilidad. EL escenario que se vislumbra ante esta dicotomía se antoja muy complejo, ya que exige buscar el necesario equilibrio entre operativa segura y beneficio. Para intentar aclarar más el concepto, pensemos en el reciente escándalo de los coches diesel de Volkswagen: la necesidad económica generó una solución técnica destinada al engaño que, de no haber sido detectada, hubiera tenido unas consecuencias dañinas para el medio ambiente largo plazo, y difícilmente evaluables en términos económicos.
Si bien el ámbito aeronáutico es en el que la idea de seguridad parece más obvia, la verdad es que en cada actividad cotidiana es necesario evaluar continuamente los riesgos y actuar en consecuencia para evitar accidentes que pueden llegar a ser muy graves. Pensemos por ejemplo en un evento con más personas del aforo permitido. Por otro lado, también estamos limitados por la norma, que no progresa con la misma rapidez que la tecnología y puede llegar a generar un desfase incongruente con la búsqueda de la máxima seguridad. Pensemos por ejemplo en la obligatoriedad de los equipos de extinción de Halon en los aparatos de aviación general o de polvo. Los primeros son tóxicos y los segundos en cuestión de instantes impedirán la más mínima visión. Sin embargo, existe una alternativa muy válida experimentada en la antigua estación espacial MIR. Se trata de los extintores de nitrato potásico, hoy fácilmente adquiribles en la mayoría de las estaciones de servicio. Por todo ello cabe la pregunta: ¿tiene la seguridad un precio? ¿Es moralmente aceptable que la seguridad forme parte de las evaluaciones económicas de empresa?
Hemos de tomar conciencia del hecho que el error ocurre siempre, y rara vez es por una falla en el equipo o por una falta de conocimiento de los operadores, sino por falta de comunicación y toma de decisiones. Las estadísticas dejan claro que más del 70% de los errores tienen origen en el hombre que, si bien es el eslabón más débil de la cadena, es sin duda el más resiliente. En los últimos tiempos se ha investigado en sistemas de análisis tratando de encontrar una solución que garantice la máxima seguridad. De aquí surge el concepto inicial del CRM, que busca el uso óptimo de todos los recursos (personas, equipos y procedimientos) para conseguir la seguridad y eficiencia de todas las operaciones. Para ello, el CRM se centra en las actitudes y el comportamiento de cada actor implicado en las actividades más sensibles. De la maduración de estos conceptos se llega al convencimiento de que TODOS los participantes a la actividad forman parte de la seguridad. El CRM es, por tanto, un ejercicio hacia la seguridad en el que todo el equipo forma parte de la unidad de entrenamiento. La evolución natural nos lleva al TEM que se ha demostrado un sistema más consciente de que el error ocurre siempre y por ello, el foco de análisis y entrenamiento se extiende a todo el ámbito operacional. En nuestro ámbito se extendería al control de tráfico, mantenimiento, tripulaciones y “security”.
Está claro que la detección anticipada de los posibles errores y el estudio de las barreras que puedan impedirlo así como las acciones mitigadoras del mismo se convierten en el foco de atención. Queda claro entonces que una comunicación eficaz y una política no punitiva, sumadas a un sistema eficaz de comunicación de posibles amenazas que vaya más allá de la propia empresa son los ingredientes necesarios para incrementar el nivel de seguridad. Las habilidades de CRM se convierten en contramedidas para los errores y no hay cabida para “BURBUJAS ASÉPTICAS” en las que cada departamento se concentre exclusivamente en sus operaciones específicas sin conocer la realidad de otros aspectos de la operación.
En su día, SAS demostró con su “Cuadro de Mando” (animo al lector a leer sobre él) cómo se podía incrementar en la medida de lo posible el rendimiento y la toma de conciencia de cada actor de la empresa a través de la comunicación interna y la experiencia intercambiable. Ante la aceptación de lo inevitable e ubicuo del error es necesario detectar las amenazas y gestionarlas oportunamente para no llegar a estados no deseados (END) y, en caso de llegar, poder mitigar las consecuencias para no concluir en un accidente. El planteamiento continuo de situaciones con la pregunta “y si” nos ayudará a una mejor planificación evaluando cada caso en análisis con los métodos estadísticos que correspondan. Si este modelo se acepta es evidente que la detección de errores es un esfuerzo universal que, limitado a la empresa, jamás podrá superar el nivel que se conseguiría con un esfuerzo a nivel global.
La comunicación es la clave para el desarrollo de un sistema eficaz para vencer la lucha contra el error y a los accidentes, no sólo en el seno de la empresa sino en el resto de operadores. Pensemos en los múltiples escenarios que deberán ser afrontados en breve con la introducción de los RPAs. Los estudios ya no pueden concentrarse en un análisis endógeno de eventos, sino que debería ampliarse a ámbitos globales e idealmente llegar a intercambiar la información. En el fondo el coste de un accidente afectará siempre a todos por igual. En mi opinión es necesario desligar el concepto de coste del de la seguridad, así como de ideas de competitividad y supremacía en el mercado cuando la seguridad está en juego.
¿Qué precio tiene y, sobre todo, cuál es el coste humano que estaríamos dispuestos a aceptar? ¿Estamos moralmente dispuestos a aceptar un precio en vidas en aras del beneficio económico? Es cierto que los accidentes son cada vez más raros, pero sus causas son cada vez más difíciles de predecir por ser muy especiales. No creo que podamos definir la seguridad como ausencia de accidentes, sino que debemos ser mucho más pro-activos utilizando toda la información disponible a nivel global para identificar esos riesgos. ¿Podemos soñar con una realidad de total intercambio aceptándolos con objetividad y humildad en aras de un brillante futuro? Personalmente lo espero así ya que hoy ese futuro es más aeronáutico que nunca.