La vida da muchas vueltas
El comandante de Turkish Antonio Romero se quedó varado en Sri Lanka tras dar positivo en COVID. La intervención de Sepla fue crucial para traerle de vuelta. Aquí nos cuenta su historia

5 de noviembre de 2020.
En enero 2016, después de 27 años volando en Iberia, me fui a Turkish Airlines buscando nuevos horizontes y aventuras. En parte también por la hartura de los problemas laborales, que no profesionales, que teníamos en Iberia
Este año, a causa de la pandemia, estuvimos sin volar 6 meses, que supusieron un permiso forzoso no retribuido y un ERTE turco en el que cobrábamos unos 400 euros. Los problemas eran similares a los que, creo, se están sufriendo en España a nivel burocráticos y de demoras en el pago.
Retomamos la actividad en octubre. Mi primer vuelo fue un IST (Estambul) – MLE (Malé) – CMB (Colombo). Al llegar a Colombo nos hicieron el PCR obligatorio a toda la tripulación. En el hotel, dos días después, nos enviaron una ambulancia pública y el copiloto turco y yo fuimos trasladados al Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas por positivo en coronavirus, para hacer una segunda prueba.
Nuestra sorpresa fue que nos ingresaran con lo puesto.
No tengo palabras para describir dicho cuchitril de hospital. Ni siquiera las fotos le hacen justicia: sucio, grasiento, con sábanas manchadas de sangre, sin aire acondicionado a 35 °C de día y 28 de noche. El ventilador de techo estaba lleno de grasa y, probablemente, con todo tipo de virus de pacientes anteriores de VIH, Dengue, Zika… En fin, lo mejorcito en virus conocidos y desconocidos para la humanidad. Además, mi compañero y yo permanecíamos juntos y sin aislamiento. La comida y el agua (en una botella de whisky rellenada) es mejor ni recordarlas.
Lo único positivo fue el trato del personal del “hospital”.
Después de casi un día en la pocilga y sin noticias de nuestra compañía, nos informaron de que el “protocolo” establece que estemos aislados 14 días. En vista de la situación, contacté con la embajada española en Dehli, y el copiloto con la turca en Colombo. También pudimos contactar con operaciones, en Estambul. Los móviles fueron esenciales. Doce horas después no se había movido nada. Así que me puse la ropa e intenté salir de la habitación, pero llamaron a la policía para impedirlo.
Esto revolvió la situación. Además, se nos ocurrió llamar a TALPA (el homólogo turco de Sepla) y a Sepla, quienes a su vez contactaron con IFALPA. Recibimos llamadas de las embajadas, de Turkish operaciones, del jefe de la flota de A-330… “¡algo se mueve!” pensamos.
Nerea Cañas, directora de Relaciones Institucionales de Sepla, montó un grupo de WhatsApp incluyendo a Murat Ersoy, presidente de TALPA, Oscar Sanguino, como sabéis, presidente de Sepla, y representantes de IFALPA en el suroeste asiático y en la propia Sri Lanka.
Todas estas presiones de IFALPA, Turkish Airlines y de nuestras embajadas consiguieron que pudiésemos tener una reunión con el ministro de Salud del país. Tras el encuentro, y obviando el protocolo, nos dejaron salir al día siguiente en un vuelo carguero de Turkish Airlines programado hacia Estambul vía Lahore (Pakistán). Ya en marcha, en dicha ciudad, se rompió el eje del starter del motor uno… pero eso es otra historia.
Antonio Romero, en el carguero que le llevó de vuelta
Solo quiero contaros lo que nos sucedió, que fue muy duro aunque con distancia y perspectiva suene a aventura. También quiero poner de relieve lo importante que fue la cobertura de Sepla, no solo por la efectividad de la gestión, sino también por hacernos sentir arropados y no dejados de la mano de Dios.
Y volviendo al título del artículo: tengo que confesar que, mientras estuve en Iberia, no comulgué mucho ni siempre con las políticas de la sección sindical. Siempre pensé que el sindicato era un “mal necesario” para defendernos de un “mal mayor”, que era la política laboral de la compañía. Pero nunca sentí el sindicato como ente por encima de las secciones sindicales. Ahora es cuando me doy cuenta de lo importante que es Sepla.
Supongo que “la vida da muchas vueltas”. Siempre se aprende algo, nunca es tarde.
Gracias a todos aquellos que hicieron posible que escapáramos de allí.
PD: tanto el copiloto como yo mismo pasamos casi asintomáticos el virus.