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La negociación concesionaria en tiempos del COVID-19
Claves para afrontar una negociación colectiva en tiempos del COVID

Rafael Muñoz Delmás – Vicesecretario de Sepla
24 de noviembre de 2020.
Todos somos ya conscientes de que el sector de la aviación comercial se está enfrentando a la mayor crisis que ha vivido nunca. Un tsunami de alcance global que amenaza seriamente la supervivencia todas las compañías aéreas de transporte de pasajeros. De hecho, la misma dependerá fundamentalmente de dos variables:
– El tiempo de recuperación de un nivel de actividad, y por tanto de ingresos, que haga sostenible de nuevo el modelo de negocio de la compañía, lo que está en estrecha relación con la evolución de la pandemia a nivel mundial.
– La capacidad financiera de la misma para ser capaz de aguantar durante el periodo de recuperación anterior. Para ello dispondrá de sus reservas, potenciales inyecciones de capital del gobierno, el mercado o las entidades financieras y los ingresos que le proporcione su escaso nivel de actividad.
La capacidad de cada compañía para adaptar su modelo comercial, operacional y organizativo, y su política de contención de gasto, va a ser fundamental para interaccionar sobre ambas variables a su favor e incrementar sus posibilidades de llegar a buen puerto.
Para llevar a cabo muchos de estos cambios, las compañías normalmente se ven abocadas a abrir un proceso negociador con los interlocutores de la parte social. Este proceso que podríamos etiquetar como «negociación concesionaria», tiene unas connotaciones que lo distinguen del que nos enfrentamos habitualmente en el ámbito de la negociación colectiva.
La primera de ellas, que cobra especial relevancia en esta crisis, es la premura. El alcance de los Convenios en aviación por el gran número y diferente naturaleza de los aspectos a tratar que no existen en otros ámbitos, hace que sus procesos de negociación colectiva suelan dilatarse bastante en el tiempo. Pero en ocasiones como ésta, de drástica y repentina reducción de la actividad, alcanzar acuerdos con rapidez puede ser vital para asegurar la viabilidad de la compañía. Es cierto que, bajo el amparo de los ERTE por Fuerza Mayor las empresas han podido tomar medidas de carácter unilateral sin la obligación de que estén avalados por acuerdos con la parte social. Pero eventualmente todas han tenido que ir abriendo estos procesos negociadores, no sólo previendo el final de esta figura sino para mantener una paz social más necesaria ahora que nunca en las empresas.
En segundo lugar, se trata de procesos de una especial complejidad, pues las concesiones de la parte social deben estar plenamente justificadas y limitadas a lo estrictamente necesario, tanto en alcance como en tiempo. Para ello se debe disponer de la máxima información, no sólo de las circunstancias presentes que demuestren la necesidad de ciertas concesiones, sino del plan de viabilidad futuro que demuestre la utilidad real de las mismas. Y obtener esta información, así como posteriormente analizarla, no resulta fácil. En muchas ocasiones porque las compañías son reacias a compartir datos sensibles con la parte social, lo cual no estaría exento de lógica sino fuera porque en el caso de algunas compañías es una actitud muy enraizada en su cultura. Y en otras porque, en situaciones tan cambiantes e inciertas como la que vivimos, resulta difícil para la compañía analizar correctamente esa información y ser capaz de hacer proyecciones futuras realistas, no digamos ya para la parte social llegar a sus propias conclusiones.
Las secciones sindicales se enfrentan, como vemos, a una situación muy delicada y de mucha presión. Por parte de la empresa que insta a tomar decisiones rápidas para asegurar su viabilidad y su futuro -que es el de todos-. Y por parte del colectivo al que representan, que no suelen aceptar de buen grado los cambios y las rebajas aún justificadas por situaciones como ésta. Y para el que pesan mucho el miedo e incertidumbre por su futuro, y en ocasiones el enfado o indignación por su presente y su pasado, no siendo ninguno de estos sentimientos buenos amigos de la razón y el sentido común, que debe regir la actuación de sus representantes. Y esta enorme presión en ambas partes, empresarial y social, hace que sean procesos muy susceptibles y proclives a la confrontación.
Al igual que el colectivo debe ser consciente de la preocupante situación actual para tratar de aparcar sentimientos que dificultarán un acuerdo, tanto la compañía como la sección sindical deben ser conscientes de lo crítico que es hacer un gran esfuerzo comunicador hacia los primeros en estas circunstancias, mucho mayor que en otros procesos negociadores. Pues si no se conciencia y convence al colectivo de la necesidad de alcanzar un acuerdo en este proceso, y no se obtiene por tanto su apoyo, de poco servirán el arduo trabajo y las buenas intenciones de las partes que se sientan a ambos lados de la mesa.
En la mayor crisis a la que se ha enfrentado nuestro sector, el esfuerzo y el compromiso de todas las partes debe ser mayor que nunca. Sólo así nos sonreirá fortuna, y podremos reconstruir una aviación comercial que ya nunca volverá a ser la misma, pero que tiene igualmente mucho futuro. Hagamos lo que esté en mano de cada uno para poder seguir siendo parte de él.