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Aviación

Hacia una aviación más sostenible

La urgencia climática ha obligado a aerolíneas y autoridades de aviación a liderar iniciativas para compensar y reducir las emisiones de esta industria

María Fernández Izquierdo – Responsable de comunicación Sepla

El impacto de la aviación sobre el medio ambiente crece a pasos agigantados. El aumento de la capacidad adquisitiva de los países en vías de desarrollo y, sobre todo, la popularización de los vuelos low cost han hecho que la aviación sufra un crecimiento exponencial en las dos últimas décadas. A día de hoy, la aviación es responsable de más del 2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y del 12% de las vinculadas al transporte. Aunque la cifra no parece alarmante a primera vista, y a pesar de que los vehículos siguen siendo líderes en número de emisiones -el 93% de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero generados provienen del transporte por carretera, según datos del Ministerio de Fomento-, es la aviación la que experimentará el mayor aumento en los próximos años.

Según la Comisión Europea, se prevé un aumento de las emisiones generadas por la aviación de entre el 300 por ciento y el 700 por ciento para 2050.Las previsiones indican que las emisiones de carbono se dispararán de los 1.000 millones de toneladas actuales a cerca de 2.500 millones de toneladas para 2050 en el mejor de los casos, y a más de 3.000 millones en el peor escenario posible.

¿Cómo debe atajarse este problema? ¿Supone la aviación una amenaza real para el medio ambiente? ¿Debe limitarse o lucharse por hacerla más sostenible? Y, sobre todo, ¿de qué modo puede conseguirse este objetivo?

Los agentes de un sector clave para la economía como es la aviación, constructoras, aerolíneas y organismos nacionales e internacionales de aviación civil se han puesto manos a la obra ante la urgencia climática. Se ha hecho perentorio ofrecer respuestas a una demanda social que no puede esperar. Mientras movimientos sociales aún aislados y vinculados a los países nórdicos atacan el vuelo como opción de transporte regular y constante, el sector ha optado por diferentes vías: la mejora de la tecnología, la reducción del consumo de combustible y la compensación de las emisiones mediante otras iniciativas medioambientales. En cualquier caso, todos los agentes coinciden en un punto: el cambio no podrá ser radical, sino progresivo.

Constructoras

La aeronáutica es la industria del transporte que más ha reducido las emisiones contaminantes desde su nacimiento, en un 50 por ciento, según expertos del sector. Del motor a reacción inventado durante la segunda guerra mundial se ha experimentado un enorme avance tecnológico, pero en la actualidad los márgenes de mejora se han reducido y todavía nos encontramos lejos de la comercialización del avión eléctrico, aunque se hayan lanzado prototipos de este modelo.

En este panorama, las constructoras apuestan por la innovación para reducir emisiones. Airbus, por ejemplo, ha conseguido en 50 años hacer sus aviones un 75% más silenciosos, emitir un 80% menos de CO2 por asiento y kilómetro y un 90% menos de óxido de nitrógeno. Las sucesivas mejoras desarrolladas por la industria han permitido evitar la emisión a la atmósfera de 10.000 millones de toneladas de dióxido de carbono desde 1990. Es el fruto de una inversión de casi 1 billón de euros de la constructora europea.

Ahora, la compañía apuesta por hacer sus aviones más eficientes mediante el uso de materiales nuevos. El A350, último modelo sacado al mercado, es el avión más eficiente de la constructura, ya que consume un 28 por ciento menos que anteriores modelos. Más de la mitad de esta aeronave está construida con fibra de carbono, aligerando su peso en más de un 20 por ciento y reduciendo, por tanto, su consumo de combustible.

Al mismo tiempo, Airbus impulsa el desarrollo de combustibles alternativos sostenibles actuando como catalizador en los procesos de certificación y vuelos de prueba. A más largo plazo, la compañía se encuentra estudiando alternativas de cero emisiones al queroseno, como combustibles sintéticos basados en el hidrógeno.

Autoridades de aviación civil

Ya desde el año 2012 en la Unión Europea se aplica un régimen de comercio de derechos de emisión, construido sobre el principio de “quien contamina paga”. Esto se traduce en que todas las aerolíneas que vuelan dentro de Europa pueden emitir un máximo de toneladas de CO2 establecido y, en caso de superar esta cantidad, deben adquirir unidades de carbono certificadas. Al menos un 50% de los fondos recaudados a través de este régimen de comercio de derechos de emisión, se reinvierten por la Unión Europea en proyectos de protección medioambiental. Sin embargo, el impacto de esta medida ha sido desigual al no haber conseguido adherir a él a todas las aerolíneas que operan en territorio europeo, sino sólo a las que tienen certificado de operador de la Unión.

A nivel mundial, OACI adoptó en 2016 el Plan de Compensación y Reducción de Carbono para la Aviación Internacional, más conocido como Plan CORSIA que busca conseguir a largo plazo un impacto cero o crecimiento neutro en emisiones de carbono. Se trata de un compromiso por el cual, a partir de 2020, las compañías de los Estados participantes tendrán que compensar el aumento de emisiones de CO2 comprando créditos del mercado internacional de carbono. Estos créditos se generan a través de proyectos que reducen las emisiones de carbono en otras partes del planeta, como programas de energías renovables o la plantación de árboles en países en vías de desarrollo.

La implementación de este plan se pretende hacer en tres fases, comenzando en el recién estrenado 2020. La adhesión al Plan CORSIA es voluntaria hasta el año 2027. A partir de entonces, deberán integrarse en el Plan todos aquellos países que, de manera individual, hayan supuesto al menos un 0,5 por ciento de la actividad total de aviación mundial en el año 2018. El objetivo de este plan es conseguir un impacto 0 de la aviación en el año 2050.

Aerolíneas

Para cumplir los compromisos con OACI y la Unión Europea, las aerolíneas españolas se han puesto manos a la obra. Iberia se encuentra renovando su flota con aviones mucho más eficientes: 33 aviones nuevos desde 2013 que son entre el 15 y el 25% más eficientes que las aeronaves a las que reemplazan. Además, ese año comenzaron a operar aviones bimotores para los vuelos transoceánicos, lo que reduce de una manera significativa el consumo de combustible respecto de los aviones cuatrimotores, en rutas donde no hay alternativas de transporte realistas para los clientes. A esto se le han sumado iniciativas relacionadas con la reducción del peso del avión, un mantenimiento más eficiente del mismo, o nuevas herramientas que se sirven de información en tiempo real para mejorar el plan de vuelo (nivel de altitud más eficiente, redefinición de aeropuertos alternativos, maniobras en aeropuertos más eficientes, rutas más directas…). Todas estas medidas, según Iberia, han logrado reducir la intensidad de las emisiones un 7,8 por ciento de media en los últimos cinco años, situándose entre las diez aerolíneas más eficientes del mundo, según el ranking de referencia ICCT (International Council on Clean Transportation).

Por su parte, Air Europa afirma encontrarse inmersa en estos momentos en un ambicioso plan de renovación de flota con la incorporación de los nuevos aviones 787 de la familia Dreamliner de Boeing, los más eficientes del mercado. Estas aeronaves reducen un 60% su impacto acústico, consumen un 20% menos de combustible y generan menos emisiones que cualquier otro avión de tamaño similar.

La compañía de Juan José Hidalgo ha impulsado también una serie de medidas destinadas a reducir el peso de sus aviones, como una nueva pintura que precisa dos capas menos y repele la suciedad; la iniciativa Electronic Flight Bag, que consiste en reemplazar todos los manuales en papel de la cabina por un formato electrónico; o la sustitución de los carritos de catering por otros más ligeros, lo que ha logrado reducir en 225 kilos el peso en cada vuelo. Del mismo modo, destaca el nuevo programa de lavado de los compresores de los motores, que ayudan a gastar menos fuel en todas las aeronaves.

Ambas aerolíneas han apostado también por el uso de energías renovables en sus sedes, o la utilización de materiales reciclables entre sus empleados. En cuanto a la aeronáutica, como se ve todo son medidas encaminadas a reducir el peso de los aviones y apostar por flotas más eficientes para reducir las emisiones. Compromisos todos ellos ineludibles que los principales agentes económicos de la industria, desde autoridades hasta constructoras pasando por las aerolíneas y sus empleados, deben adoptar con urgencia. El reto no es baladí; conseguir mantener la aviación como uno de los principales motores económicos del mundo y como la herramienta imprescindible para la globalización y el acercamiento entre las sociedades.

ANEXO: CO2 y estelas de condensación

El principal impacto del avión al cambio climático proviene de la emisión de CO2 proveniente de la combustión de las turbinas que propulsan la aeronave, y que es el principal gas contaminante. Además de este gas, los aviones emiten a la atmósfera óxido nitroso, óxidos de sulfuro y otros gases de efecto invernadero. Aun así, se trata de gases que tienen poca duración en la atmósfera, por lo que su impacto climático es menor.

Además de esto, los aviones dejan tras de sí estelas de condensación que, debido al gran volumen de tráfico aéreo, ocupan ya el 2 por ciento del cielo europeo y el 10 por ciento de EEUU. Se trata de rastros de vapor de agua que no son contaminantes en sí mismos pero que tienen un gran potencial para contribuir al efecto invernadero a corto plazo, ya que atrapan en la atmósfera la radiación que la Tierra refleja de vuelta al espacio, alterando el impacto del sol sobre la tierra y provocando su calentamiento.