Menú

Noticias Sepla | Aviadoras

«El valor extremo de Jean Batten puede servir de inspiración y ejemplo para todos»

Darío Pozo, escritor y administrador gerente de la Fundación Infante de Orleans, nos acerca a la figura de una de las aviadoras más importantes de principios del siglo XX. Intrépida, elegante, introvertida, solitaria, Jean Batten fue completamente olvidada, hasta el punto de ser enterrada en una fosa común del cementerio de Palma de Mallorca. Sepla, a través de su iniciativa «Aviadoras», le rendirá homenaje en un acto que se celebrará el próximo 22 de noviembre.

¿Quién fue Jean Gardner Batten?

Jean Batten fue una de las aviadoras más importantes de su generación: un puñado de mujeres que, en los años 20 y 30 del siglo XX, se lanzaron a la aventura, compitiendo entre ellas y con sus compañeros varones para demostrar lo que los aviones podían conseguir y alcanzar tanto fama como riqueza por el camino. De todas ellas, Jean fue probablemente la mejor.

¿Cuáles fueron sus principales contribuciones a la aviación?

Todos aquellos aviadores que se dedicaron a los grandes vuelos, entre los cuales Jean ocupa un lugar destacado, permitieron comprobar lo que los aviones de la época podían llegar a dar de sí llevados al extremo, reportando publicidad a los fabricantes y empujando a los diseñadores a seguir innovando con tal de batir el siguiente récord. Al mismo tiempo, hicieron la aviación popular entre el gran público, excitando su imaginación y provocando un deseo de emulación que los animaba a convertirse ellos mismos en pasajeros, a usar servicios como el correo aéreo o el envío de mercancías por esa vía, así como a escoger profesiones relacionadas con la aviación, algunas de las cuales apenas empezaban a existir. Jean, además, fue la primera piloto de cualquier sexo que hizo por aire la ruta Inglaterra-Nueva Zelanda, demostrando su factibilidad, aunque es algo que la aviación comercial habría acabado haciendo tarde o temprano. 

Hablar sobre los logros de Jean Batten supone remontarse a la época de los primeros vuelos de larga distancia en solitario. La aviación era muy diferente a la que conocemos hoy. ¿En qué condiciones se hacían esos vuelos?

Aunque aquellos raids se preparaban tan a conciencia como era posible (Jean Batten era especialmente meticulosa al respecto), tanto la técnica como la tecnología estaban aún muy lejos de lo que ahora conocemos. Se trataba de aviones aún muy frágiles, poco preparados para soportar inclemencias meteorológicas, con motores sólo relativamente fiables (en muchos de aquellos vuelos los aviones empleados eran monomotores), con equipos de navegación que raramente iban más allá de una simple brújula y habitualmente sin radio (demasiado peso y utilidad dudosa en lugares remotos). Usaban mapas que, en el mejor de los casos, eran guías de carreteras, llenos de inexactitudes y vaguedades que eran mayores cuanto más se alejaban de los países más industrializados, con previsiones meteorológicas que dejaban mucho que desear, sin posibilidad de actualización a lo largo de la ruta y ningún sistema de seguimiento como los actuales que, en caso de desastre, dieran a los equipos de rescate alguna pista para empezar a buscar.

“Usaban mapas que, en el mejor de los casos, eran guías de carreteras llenos de inexactitudes y vaguedades”

Darío Pozo, administrador gerente de la FIO

Sencillamente se jugaban la vida en todos y cada uno de aquellos vuelos, y fueron muchos los que la perdieron.

En su carrera profesional, Jean Batten tuvo que superar muchas dificultades para ser aviadora. Entre ellas, la firme oposición de su padre que hubiese preferido la carrera de Música para su hija. ¿Qué apoyos recibió Batten para poder pilotar un avión? ¿Cuál fue el papel determinante de su madre?

El primer apoyo fue sin duda el de su madre, Ellen, convencida de que su hija estaba destinada a alcanzar grandes gestas y dispuesta a hacer cualquier cosa por hacerlo posible, incluso si era éticamente cuestionable. Tras ella, los hombres de su vida. Empezando por su padre, Fred, que la preparó de pequeña para convertirse en la gran navegante que algún día sería y pagó sus gastos durante su primer año como alumna piloto en Inglaterra, aunque no supiera que lo estaba haciendo. Una vez que él le retiró su soporte económico, Jean se las apañó para seducir a tres hombres diferentes, sus sucesivos prometidos, a los que sacó importantes cantidades de dinero que nunca estuvo dispuesta a devolver. Fred Truman le pagó las horas de vuelo que necesitaba para sacarse la licencia comercial, Victor Doré su primera de Havilland Moth y Edward Walter buena parte de la segunda. Cada uno reemplazó al anterior y ninguno obtuvo, que se sepa, nada de ella.

Cuentan que su madre era su mejor amiga…

Realmente era la única. Ellen Batten manipuló a Jean desde pequeña y la convirtió en una extensión de su voluntad, convenciéndola de que nadie más en el mundo la querría como ella ni velaría siempre por sus intereses. La educó para triunfar a costa de quien fuera y a no sentir el menor remordimiento por utilizar a sus semejantes para conseguirlo. La enseñó a desconfiar de todo y de todos e hizo de ella un ser sofisticado y encantador, pero también egocéntrico, egoísta e incapaz de la más mínima empatía, con contadísimas excepciones. Así es muy difícil hacer amigos de verdad y de hecho, probablemente, no tuvo ninguno en toda su vida.

Tras completar el primer viaje de Inglaterra a Brasil a través del Atlántico Sur, Batten se convierte en una celebrity de la época. ¿En qué se tradujo?

En realidad, la fama le llegó tras su exitoso vuelo a Australia en 1934, a bordo de una de Havilland “Gipsy” Moth como la que mantiene en vuelo la Fundación Infante de Orleans. A partir de ahí, obtuvo el apoyo de marcas comerciales y de personas influyentes dispuestas a financiarla, a lo que se unieron sustanciales ingresos por dar conferencias y exclusivas periodísticas, así como por utilizar determinados productos con fines publicitarios. Se convirtió en su propia empresa. Por otro lado, la adulación del público era como una droga para ella, y durante sus años de esplendor tuvo tanta “droga” como quiso.

Su carrera termina con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. ¿Ocurrió con más aviadoras?

La Guerra coincidió con el final de aquella edad dorada de la aviación, la de los grandes récords, cuando ya no quedó ninguno por batir ni era posible seguir impresionando al público como no fuera matándose espectacularmente. Al estallar el conflicto, dado que no se permitió a las mujeres combatir en ninguna nación salvo en la Unión Soviética (historia aparte), algunas aviadoras encontraron la forma de emplear sus habilidades al servicio de sus países integrándose en organizaciones de retaguardia como el ATA (Inglaterra), el WASP (Estados Unidos) o la Escuadrilla Blanca (Rumanía). Unas pocas más, que no se dedicaban a los grandes récords, conservaron sus profesiones, como las pilotos de pruebas alemanas Hanna Reitsch y Melitta Schiller. En el caso de Jean, no fue admitida en el ATA británico en parte por ser demasiado famosa (aunque eso no fue óbice para que aceptaran a Amy Johnson, su eterna rival), pero probablemente también por su reputación de diva caprichosa, que sería incapaz de aceptar órdenes o de trabajar en equipo. A continuación, su avión fue requisado por la RAF, que denegó su petición de seguir siendo su piloto para cualquier misión que le encomendaran y eso sí que fue el fin para ella.

Una vez finalizada la Guerra, había tantos miles de pilotos varones en busca de empleo que muy pocas compañías estuvieron dispuestas a contratar a mujeres durante casi dos décadas. Casi ninguna de las grandes aviadoras de pre-guerra siguió volando.

Elegante, introvertida, solitaria… algunos amigos la describieron como “una gran mujer, pero una persona triste”. ¿Fue realmente así?

Sólo una grandísima mujer, valiente, tenaz, habilidosa y tremendamente capacitada técnicamente podría hacer cuanto ella hizo, pero eso no la convertía en un buen ser humano. La asfixiante relación con su madre desde su más tierna infancia no dejó lugar para ello. La única ocasión en la que se enamoró, del piloto australiano Beverly Shepherd, acabó en tragedia cuando él se mató en un vuelo comercial. Eso la sumió en una depresión que duró siete meses y probablemente agravó sus problemas psicológicos, alejándola aún más del resto del mundo. Sus necesidades afectivas estaban cubiertas por su madre y por la adoración del público, pero cuando perdió ambas no le quedó absolutamente nada, y era ya demasiado tarde como para cambiar. Las pocas personas que se acercaron a ella en algún momento se compadecían de su soledad, pero acababan hartas de su egoísmo y su altivez tan excesivos, con lo que volvía a encontrarse sola.

¿Cómo es posible que una aviadora extraordinariamente famosa, a la que se llegó a conocer como “la Greta Garbo de los cielos”, caiga en el olvido hasta el punto de ser enterrada en una fosa común de Mallorca?

Ese apodo surgió a raíz de su primer gran vuelo a Australia, en parte por su belleza física, que más de un periodista de la época comparó con la de la famosa actriz y, en parte también, por la matrícula de su avión: G-AARB. Posteriormente, su divismo de juventud y su vida ermitaña en la madurez terminaron por completar la semejanza. La Segunda Guerra Mundial fue un trauma tan grande y, tan tremendo el efecto en las vidas de millones de personas, que los héroes de antaño cayeron casi todos en el olvido, sustituidos en el imaginario colectivo, si acaso, por los héroes bélicos. Algunas de esas figuras fueron capaces de integrarse en la vida social y mantener cierta popularidad (entre las aviadoras sería el caso de Jacqueline Cochran), pero por lo que ya hemos comentado, Jean Batten fue sencillamente incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, eligiendo vivir en el más absoluto anonimato en la única compañía de su madre. Ese hecho, el aislamiento voluntario del mundo durante casi tres décadas, hizo aún más acusado ese olvido. Para cuando quiso volver a la sociedad en los años 70, tras la muerte de su madre, sólo la recordaban aquellas personas muy aficionadas a la aviación, mientras que para el gran público no era nadie. Esto, que Jean no pudo entender ni asumir, acabó empujándola a aislarse de nuevo, por lo que cuando murió, de forma tan accidental como estúpida (a causa de la infección que le provocó la mordedura de un perro, de la que se negó a ser atendida), prácticamente nadie sabía nada de ella desde hacía mucho tiempo y ni siquiera sus familiares (sus sobrinos, residentes en Nueva Zelanda) tuvieron noticias de su paradero. Por otro lado, España fue de los países occidentales donde menos se conocía a Jean Batten o donde antes se empezó a olvidarla, a causa de la Guerra Civil, que coincidió con sus últimos años de esplendor. El último acto del drama fue un caso notable de incompetencia y dejadez administrativas: los juzgados de Palma enviaron la notificación de su muerte por correo postal a la Embajada de Nueva Zelanda en Madrid, ignorando que no existía tal embajada. La carta debió acabar devuelta y traspapelada, nadie se molestó en insistir o en hacer más averiguaciones y, al cabo de dos meses sin que nadie reclamara su cadáver, se dio orden de enterrarlo en una fosa común como se hacía con los indigentes sin familia.

¿Se ha reconocido lo suficiente su legado en Nueva Zelanda, Reino Unido y España? ¿Por qué es importante recuperar la memoria de Jean Batten?

En los últimos años, la aparición de Internet (que ha facilitado enormemente el acceso y la difusión de la información) y la nostalgia que muchas personas sienten de tiempos más épicos y románticos que los actuales, ha vuelto a hacer populares a los aventureros de hace un siglo. En el caso de las mujeres, además, se une la necesidad de buscar referentes históricos que apoyen y sirvan de inspiración en la lucha por la igualdad que aún se sigue librando. En lo que a Jean Batten respecta, casi todo se lo debemos a Ian Mckersey, el periodista neozelandés que la devolvió a la actualidad a finales de los años 80. Gracias a él y a su esposa que, entre otras cosas, descubrieron su última morada, se desató en su país un movimiento de indignación por el olvido al que había sido sometida alguien que había sido una heroína nacional, lo que se tradujo en algunos hechos simbólicos como el de poner su nombre a la terminal internacional del aeropuerto de Auckland, a la compra y posterior instalación en la misma de su Percival Gull (el avión con el que voló a Brasil y a Nueva Zelanda), y a la erección del pequeño monumento funerario que hoy se puede contemplar en el cementerio de Palma. Aquí, en España, ha pasado bastante más desapercibida, seguramente por su condición de extranjera, a pesar de estar enterrada en Mallorca.

“El valor extremo de Jean Batten, su fe inquebrantable y su tremendo empuje pueden servir, un siglo después, de inspiración y de ejemplo para todos nosotros”

Darío Pozo, administrador gerente de la FIO

Recuperar su memoria es importante porque, a pesar de sus graves defectos como persona, alcanzó logros increíbles superando incluso a sus compañeros varones, contribuyendo tanto como el mejor de ellos a promocionar la aviación en aquellos años en los que todo estaba aún por hacer en este campo. A lo largo de su carrera, demostró que la capacidad técnica y la resistencia física y mental de las mujeres no tienen nada que envidiar a las de los hombres, y que no hay profesión por tanto en el mundo en el que se las pueda considerar inferiores como no sea levantando pesos, y hasta eso es discutible. El valor extremo de Jean Batten, su fe inquebrantable y su tremendo empuje pueden servir, un siglo después, de inspiración y de ejemplo para todos nosotros, no sólo para las mujeres y, ya para terminar, su trágica historia puede hacer reflexionar a los padres de hoy acerca de los peligros de presionar en exceso a sus hijos y de intentar moldearlos en función de sus propias ambiciones: puede que les ayuden a triunfar en algún aspecto de su vida, pero no les harán más felices.