El COVID pone caducidad a las licencias de los pilotos
La paralización del tráfico aéreo dificulta el mantenimiento de las licencias de los pilotos, que deben acudir a centros de entrenamiento autorizados para pagar su revalidación o renovación si quieren seguir volando

27 de octubre de 2020.
Cada 90 días, un piloto debe realizar un mínimo de tres aterrizajes y tres despegues. Es lo que se conoce como “experiencia reciente” y sin ella, los pilotos dejan de operar su avión.
En situaciones normales, la jornada laboral del piloto cubre con creces este requisito. La actividad media de un piloto de corto y medio radio es de 18-20 jornadas laborales al mes, cada una de las cuales incluye varios vuelos de ida y vuelta al día. La de un piloto de largo radio, con una norma sobre trabajo y descanso más estricta debido a los cambios en los husos horarios y su afectación física y mental por los cambios en los ritmos circadianos , tiene de media entre 8 y 10 vuelos al mes. Tras este tipo de vuelos con cruce de husos horarios, el piloto debe descansar durante uno o más días, dependiendo de la distancia y de la diferencia horaria.
Esto era así antes de la irrupción brutal de la pandemia. Con un escasísimo 5% de nivel de tráfico aéreo con respecto al ritmo habitual entre marzo y junio, muchos pilotos se quedaron varados en tierra durante 3 meses, justo el periodo de referencia de la norma para mantener esa experiencia reciente. Después de junio, la apertura paulatina del tráfico aéreo, que operaba en agosto a un 35% de su ritmo habitual y ahora, bien entrado el otoño, al 20%, mantiene a la inmensa mayoría de los pilotos españoles en un ERTE. Muchos de ellos apenas si llegan a hacer vuelos. Y aquí es donde peligran sus licencias y el mantenimiento de sus competencias.
En este contexto, la Agencia Europea de Seguridad Aérea aprobó en marzo una resolución para prorrogar de manera automática todas las licencias de pilotos que hubieran caducado durante los meses del primer Estado de Alarma en España, dada la imposibilidad de mantener la experiencia reciente en vuelo o en simulador. Además, el confinamiento y la limitación de los movimientos impidió a la mayoría de pilotos desplazarse a los centros de formación a realizar los exámenes anuales de revalidación de competencias, otro de los requisitos para mantener la licencia en vigor. En mayo, AESA amplió esta cobertura para todos los pilotos que no trabajasen para un operador aéreo.
La prórroga de las licencias se prolonga hasta el próximo 14 de noviembre, fecha en la que muchos pilotos, si quieren seguir volando, deberán haber acudido a sus centros a revalidar sus licencias. A falta de que AESA (siguiendo las directrices europeas publicadas por EASA) haya anunciado una nueva prórroga, las previsiones inmediatas auguran dificultades para que muchos pilotos puedan mantener la experiencia reciente. Incluso, en caso de confirmarse planes de reestructuración laboral en el seno de las compañías aéreas, muchos pilotos inactivos deberán asumir los enormes costes de las revalidaciones para mantener su licencia en vigor. Solo así, en el momento en que el mercado se reactive, se podrá disponer de fuerza laboral suficiente para incorporarse de manera inmediata a las cabinas de los aviones.
La pregunta es, ¿podrán cientos de trabajadores con unos ingresos enormemente mermados asumir este coste extra? ¿Estará la industria y las administraciones públicas dispuestas a mantener la capacitación de un colectivo imprescindible para el motor económico que es el turismo?
El reto requiere sin duda respuestas firmes y urgentes por parte de todos.